Así se detona una central térmica: 6 segundos para decir adiós a 40 años de industria

 

La histórica central térmica de Andorra (Teruel) ya es historia cuarenta años después. Con 270 kilogramos de explosivos, y de forma simultánea, han sido seis los segundos para ver las torres derruidas. El efecto de la enorme y espectacular nube de polvo se ha logrado minimizar con un circuito de 38 piscinas con detonantes. Con esto, el municipio dice adiós al carbón, el sector que atrajo población y creó riqueza por su capacidad de producir 224.000 GWh (gigavatios hora), el equivalente al consumo de la electricidad de un año de toda la península. La infraestructura llegó a suponer el 10% del PIB de la provincia.

Con la demolición, el entorno del municipio de Andorra espera con ansia el plan prometido por el Gobierno de España para hacer un convenio de transición justa que atraiga inversiones tras el fin obligado del carbón. Por el momento, hace ya tres años que se prometió la reconversión de la zona y nada se sabe de este plan que no está ni redactado ni está encima de la mesa de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

La única y gran esperanza son los proyectos del concurso del Nudo Mudéjar, donde se concederá los 1.202 MW (megavatios) que dejó libres la central térmica. Por el momento se han presentado once aspirantes y el Ministerio para la Transición Ecológica lo espera ratificar en pocos meses. Pero no hay nada concreto aún y la zona de Andorra ya ve con pesimismo su futuro tras la demolición de las torres, cuya caída controlada mediante explosivos es la escenificación al fin de una época.

Los trabajos de desmantelamiento de la central térmica de Andorra, que se iniciaron hace un año, tienen una previsión de duración de 48 meses. El presupuesto estimado por la compañía Endesa, encargada de la demolición y que durante 40 años mantuvo el ritmo frenético de la central, está cerca de los 60 millones de euros. Pero este viernes se ha puesto de relieve que su final es real. La voladura controlada de sus tres icónicas torres de refrigeración, con 107 metros de alto, 83 de diámetro y con un peso de 12.577 toneladas cada una, ha obligado a fuertes medidas de seguridad, donde más de doscientos profesionales se han encargado de un operativo técnico sin precedentes.

En términos de impacto medioambiental, según datos facilitados por Endesa, la voladura de las tres torres ha generado un impacto total de 260.000 toneladas de escombros que deben ser recogidos para evitar afecciones en los próximos días. Tras esta demolición, solo queda en pie la chimenea principal de la central, que tiene 343 metros de altura y que será demolida en el año 2023.

El procedimiento llevado a cabo y coordinado entre la empresa energética y el Colegio de Ingenieros Industriales de Aragón ha sido aparentemente sencillo. Según las fuentes técnicas consultadas, se ha necesitado un martillo neumático para hacer una serie de agujeros donde se ha introducido la cantidad de explosivo adecuada. En cada una de las torres, según detallan, había 402 barrenos de entre 25 y 50 centímetros de longitud, donde estaban colocados cada uno de los cartuchos de explosivos, de un máximo de 238 gramos. Lo que supone casi 90 kilos de carga por torre.

En el momento de la voladura se ha establecido un perímetro de seguridad de 800 metros. Es decir, nadie puede encontrarse dentro de ese recinto o la operación se hubiera visto comprometida tanto por la explosión como por la polvareda generada. Para ello, el despliegue de medios ha sido más que notable: aviación civil y militar junto al protocolo exhaustivo organizado por Endesa.

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